19 de octubre de 2014

Perder el miedo a quedar como un idiota.

Últimamente me gusta mucho observar los comportamientos de la gente. Debe ser que igual me estoy volviendo una especie de socióloga anónima que le gusta ver cómo actúan las personas de su alrededor y aplicar esos pequeños conceptos a su vida real para ir creciendo poco a poco; o simplemente tengo mucho tiempo libre, muchos vídeos vistos en clase sobre comunicación no verbal y muchos huecos en la cabeza con ganas de llenarlos de madurez. 
La cosa es que llevo ya un par de semanas dándole vueltas a un concepto que no me termina de dejarme del todo satisfecha.

¿Son diferentes nuestros actos dependiendo de la persona a la que se los trasmitamos?

¿Cómo podemos saber si el gesto que realiza una persona significa lo que nosotros creemos?

¿Cómo sabemos la importancia que está persona le ha dado?

¿O sí estamos exagerando?

¿Cómo sabemos que no estamos equivocados?

Que fácil y tonto es el ser humano, como nos dejamos influir y nos delatamos poco a poco. Como nos puede llegar a herir un mínimo gesto o a convencer un comentario.

Le propongo a la humanidad un trato; dejémonos de juegos absurdos y de interpretaciones sistemáticas, terminemos con la excusas para no ser libres y asumamos nuestra vida con nuestros fallos y aciertos. Brindemos y lloremos de alegría por el tiempo que tenemos y disfrutemos del momento.


Dejemos atrás los prejuicios y aprendamos a vivir.


Pido perdón así y para empezar de cero a todos aquellos que juzgué sin saber, a todos los que dejé de lado por creer lo que me dijeron de ellos e incluso a los que por una opinión previa ni llegue a conocer.

Espero que aquellos amigos que fallé por la idiotez que caracteriza nuestra especie sepan ver mi condición humana y perdonen, acepten y quieran, porque compartida la vida es más.


Y más vale tarde que nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario